El poder, el estado y la nación
Francia, 1789, la población de lo que sería una de las urbes más congestionadas y polarizadas de la Europa preindustrial, impulsaría una revolución democrática de las ideas afloradas en las polis griegas de antes de cristo, y sus coetáneos harían de tan libertarios próceres el rojo de su pabellón tricolor junto a la consigna de libertad, igualdad y fraternidad, emblema que irónicamente sería comprendido con mayor vehemencia entre los hijos bastardos de las independencias americanas antes que el viejo continente dejara sus imperios, colonias y guerras mundiales.
Desde entonces y hasta nuestros días, la organización de los más de 200 estados de iure y de facto que existen en nuestro planeta, han moldeado sistemas administrativos y políticos tendientes a garantizar los derechos y las libertades de sus conciudadanos, aunque han fracasado tajantemente al intentar hallar el común divisor de lo social, lo económico, lo territorial y lo estatal, pues si dejas que el Estado haga todo por el pueblo, el dueño le termina cediendo poder a su simple capataz y tal cual lo enuncia crudamente el grupo Molotov, "si le das mas poder al poder, mas duro te van a venir a ...", y no es por nada el hecho que le sea imposible a un miembro de las fuerzas armadas de un país democrático alcanzar las urnas, debido a que si un político hace las mañas que hace, sería algo obvio especular lo que podría realizar un presidente militar si tenemos en cuenta el siglo XX en todo el mundo, desde la más izquierda socialista hasta la más férrima derecha, a la postre ambos bandos usaron la fuerza y el empoderamiento del Estado para llegar a sus fines y eso, eso es fascismo en el sentido más literal de la palabra.
Así pues, tal como es delicado el usar la palabra poder y armas en la misma oración, así también lo es el utilizar la palabra banca o financiación, pues el tráfico de intereses que se genera entre lo simpatizado por quien controla el flujo de crédito y activos, y la agenda imparcial que debe manejar un estado per se endeudado, rezaga al mismo gobierno al papel (mea culpa) de acatar órdenes, "alinear" los medios de comunicación, administrar a la nación y emitir moneda a conveniencia de quien paga sus bonos de deuda, dejando al estado ser estado por cuanto le sea posible, y al soberano ser tan soberano como su capataz le ordene desde el centro.
Sergio Alexander Cáceres Angarita
Ensayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario